14 de febrero de 2017

La Iglesia por dentro: los asientos

La iglesia de Ayoó, como las de todos los pueblos (y de ciudades, pero aquí también por otras razones) está cada vez más vacía. 




Los mayores van faltando y los de mediana edad y los más jóvenes se acercan los días festivos pero poco los demás. Cuando lo hacen, hay una costumbre que se mantiene, que los hombres se pongan a un lado y las mujeres a otro. 


Foto: Ana Belén Pérez Otero
Ellos, en el lado de la epístola, el lado derecho mirando de frente al altar. Ellas, al otro, en el llamado lado del evangelio. No es una norma estricta. Hay mujeres, bastantes, que se van al lado masculino y hombres, menos, alguno que otro, que cambia también. Y cuando hay gente de pie, se ponen indistintamente en uno u otro. Pero es una costumbre de siempre que sigue manteniéndose.






Tanto en un lado como en el otro hay un buen montón de bancos para servicio de los feligreses. Antaño eran apenas unos bancos sin respaldo de mala madera, pero hace ya tiempo que se cambiaron por los de ahora, con su respaldo, su reposarodillas, bien pintados, barnizados... Algunos, al igual que sucede con otras partes del templo como figuras de santos o ventanas, han sido donados por feligreses. 


En la placa se lee: "Estos 4 bancos fueron donados por Sixto Higinia", que, francamente, no tengo ni idea de quién es.
Cuando yo era pequeña, además de los bancos, las señoras más mayores se llevaban su reclinatorio, donde puestas de rodillas rezaban y escuchaban la misa. Alguno había dentro, pero la mayoría los llevaban y los traían. Ahora, queda uno cerca del confesionario y creo que ninguno más.




En el altar, también hay un par de asientos. Uno para que lo usen los sacerdotes cuando hay varios y alguno está haciendo alguno de los rituales de la misa. El otro suele ser usado por los monaguillos o ayudantes en la misa.








Y aunque no formen parte de la Iglesia propiamente dicho, hay varios asientos que prestan servicio:

Uno, el metálico que colocaron en la placilla que queda delante del templo. 


Los tres primos, Alberto, Felipe y mi padre, Antonio.

Otro, el banco que hicieron con el pasal de la Iglesia y que se colocó delante de una puerta cegada del edificio, en la "no puerta" que me gusta llamar a mi (sitio que no me pareció nada conveniente, todo sea dicho, como ya escribí aquí).




Y el tercero es ese asiento que forma una gran piedra a un lado de la fachada de la iglesia, muy usado por los fieles cuando están esperando que de la hora (o cuando han hecho pira a la misa, pero se quieren quedar cerquita del lugar...).






La señora Benita y no me sale quién es la otra señora que está con ella.
Foto: Miguel Angel López de Zubiría. 

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