27 de julio de 2014

Viejos carros

Por los campos de Ayoó, en los alrededores del pueblo, aún quedan restos de carros que en su día hicieron su servicio y que ahora van cayéndose a pedazos. Estos son algunos de los que he ido recogiendo fotográficamente a lo largo de los años:

Este es el carro de la cabecera de Avantales. No sé de quién era, lo encontré en El Tiar y entonces, en el año 2003, aún tenía bastante buen aspecto y conservaba hasta el color azulado de su esqueleto y ruedas y los dibujos de las costanas.





Unas costanas parecidas me encontré en un callejón que hay al final de la calle El Canto. Hasta pensé que eran de ese carro, pero no, azules y con dibujos estarcidos similares, pero eran de otro vehículo.




Estos otros carros ya estaban en peor estado... Estaban en El Tiar, muy cerca de la zona de las castañales.







Y estos, abandonados en Peñacabras....










24 de julio de 2014

Otros acarreos, carros y carreteros

Carro de leña. Web El país de los maragatos.



Acarrear se asocia con la recogida de las mieses, del pan, del centeno, la cebada.... pero también se acarreaban otros elementos, la leña, por ejemplo, que era costosa porque ¿dónde hay leña? Dónde los carros no entran... había que dejarlos a distancia y luego cargarlos.




Carro de Ramiro y Rosi preparado para ir a por abono.



También se cargan de abono, que se hacía en el invierno y tenía sus propios problemas: “Cuando ibas a por abono, muchas veces pasaba de meter el carro en un charco y se quedaba atollado y había que vaciarlo, sacarlo y volverlo a llenar”.


Y es que atollar el carro no era extraño. Aquí recuerda mi padre, una de estas situaciones: “En La Chana corría una zona muy baja y se quedó el carro metido. Ibamos con sacos de harina. Se rompió una camella (zona del yugo curvada donde se acopla la cabeza del animal) del jugo. Llevábamos una vaca que le decíamos la bonita que era muy valiente y no se acobardaba, algunas se acobardaban y no tiraban, pero esa nunca, siempre intentaba tirar y sacar el carro y aquella vez también lo hizo, tiró y tiró hasta que el carro pudo salir”.






En Ayoó había varios carreteros: el Ti Eulogio, el padre de Aurea, el Ti David, conocido así, como El carretero; Tio Luchi, el marido de tía Agustina (se llamaba Gabriel, pero en casa le llamaban así, Luchi, que a él no le gustaba demasiado... y así sigue llamando mi padre ahora, en broma, a su nieto, a Paulino). En los alrededores, el Ti Silverio de Congosta también hacía y en san Pedro de la Viña, Vicente El Carretero. En cada pueblo había al menos uno”.


El carro cabecera de Avantales Lo encontré una Semana Santa
de hace unos cuantos años en El Tiar.
“La bracera se hacía de negrillo, tiene mucha hebra y no parte tan fácil; las ruedas de encina, que es más dura, encina seca; la costana de pino, chopo y negrillo; los espigas del barbijos, agujeros grandes para sujetar las costanas. La encina se metía en el abono de los cochos donde estaban los encañados, donde había agua, en invierno, para tener buena madera. La madera se corta en invierno y en menguante mejor”.

21 de julio de 2014

Acarrear

Benigno Zapatero, padre de Agustina e Isaac, y su hermano Anselmo, padre de Rosi, en plena tarea.
Preciosa fotografía que el hijo del primero, Isaac, llevó a la exposición de fotos antiguas de Perafondo del año 2012.
La foto, como apuntó Fermín Martínez, "está hecha en el cruce que llamábamos pajar de Santa, o sea, al final la huerta de Cecilio. girando para ir al campo de futbol. Los carros venían dirección Robledillo hacía el pueblo y ahí giraban".


Hace justo un año (¡madre mía, cómo se pasa el tiempo!) estábamos repasando las labores que se hacían en julio en el campo. Ahí dejé medio colgada la de acarrear. Tras repasar con el comité de sabios (mis padres) el tema, esto es lo que me cuentan de esta dura tarea:

Las pernillas del carro eran similares a las de la imagen, más
pequeñas porque estas son de un remolque de tractor.


Los carros eran la pieza fundamental de la labor del acarreo de todo lo segado desde las tierras a las eras. Se preparaban para la faena poniéndoles pernillas, una ampliación de las costanas que servían para aumentar su capacidad. También se colgaban los dogales, las cuerdas, con las que amarrar los manojos.

En esta foto que se pudo ver en la exposición de Perafondo del verano 2013, se ve a uno de los hijos de Fermín Martínez en un carro preparado para el acarreo (la foto está recortada para ver mejor el carro).

La colocación de los manojos en el carro era todo un arte: Se ponían los manojos unos para delante y otros para atrás y la espiga en medio. Entraban unos 100 o 120 manojos. Se amarraban con los dogales, uno de delante a atrás y el otro al medio.

“Había que saber cargar. Se decía, cuidado, que llevas el carro abortizo,que está a punto de derramarse”.

Al hilo de la primera fotografía que ilustra este post, mi hermano Jesi hacía este comentario en el grupo de Ayoó en Facebook: "Siempre me llamó la atencion como se cargaban los carros. Colocaban los manojos de tal forma que la carga fuera la mayor posible, pero siempre guardando la simetria para que la carga fuera siempre equilibrada. Claro y cuando cargaban los carros era en las condiciones que eran, al amanecer, o después de la siesta con 30 º,con las vacas moviéndose rabiosas por las picaduras de los tábanos etc.....No sé si alguna vez llegaremos a comprender de verdad el trabajo que realizaron nuestros padres, abuelos y demás antepasados".

Acarreando centeno. Fotografía del Museo Virtual 20 minutos.

Pero ir con el carro cargado hasta los topes por aquellos caminos de polvo y piedra no era fácil, como recuerda mi padre: “Ibas con el carro y para que no diera vuelta, que no era fácil, pero alguna vez pasaba, el sobeo* tenía vicio (=sitio, espacio, que no estaba colocado apretado) y no le pasaba nada a las vacas”. Es decir, no se quedaban enganchadas por el yugo volando hacia arriba, aunque alguna vez pasó: “Recuerdo que a uno se le aflojó el cornal (la cuerda o cinta de cuera con la que se unen los cuernos al yugo) y al bajar con la cuesta abajo se ponía el carro trasero (que tenía mucho peso atrás y se volcaba), se dio la vuelta y quedaron las vacas colgando”.

La cuesta de La Pedrera actualmente. Hacía arriba...

...y hacia abajo.
“Era peligrosa La Cuesta de La Pedrera, uno se tenía que colgar de atrás para que no quedara el carro delantero, demasiado inclinado hacia las vacas, que no se podía dominar. Carro trasero era cuando se subía, que subir mal pero bajar, peor. Carro delantero se decía también cuando iban muy bajas las vacas”.

Otra imagen de la exposición de la Asociación Perafondo de este verano pasado. Los padres de Lupe, Santiago y Genovena (ambos, por cierto, fallecidos en el último año) preparan la meda en las eras.

En las eras se colocaba todo lo acarreado haciendo medas, todo en un cuadro. “Las espigas para dentro, una vez que era la meda alta se ponía como un tejado inclinado con la espiga tapada para que no se mojase si llovía”.

Para acarrear se hacía entre los de la familia.

En casa recuerdan aquel trabajo como uno de los más duros. “Nos levantábamos a las 3 y las 4 de la mañana para llegar a la tierra cuando amanecía. Había que ir hasta la Chana, Ayoó Pequeñino, a Los Becerriles... Trabajar mucho para producir poco. Ahora, las cosechadoras en un cuarto de hora te lo hacen todo”.

*Sobeo: tira ancha de cuero que servía para unir al animal al yugo. Aquí está explicado.


18 de julio de 2014

El juego de los cartones

Uno de los juegos preferidos de los niños (con o, los varones) de la época de mis padres era el de los cartones. Cartones que no eran otra cosa que las cajas de cerillas, la envoltura de papel. Se recogían aquellas que se usaban en las casas pero también se compraban, una perra gorda o dos, por un ciento de cartones. Mi padre recuerda que él apañaba “los de tía Agustina y tía Quica, que no tenían hijos pequeños y me los guardaban”.



“Llevábamos los cartones vacíos en el bolsillo, aplastados... también los guardábamos en el pupitre de clase o en escondites que teníamos por la calle. Decíamos, vamos a jugar a los cartones y ya nos poníamos todos los rapaces”.

Se jugaba con las tajuelas, que eran de piedra planas o bien de hierro, sacadas de los arados, de las que se rompían de la cuchilla.

Se jugaba “a matar la tajuela”, que según me explica mi padre era hacer un cuadro en el suelo y marcar una raya. “Decíamos, ¿a cuánto se pone, a dos? Nos poníamos a cuatro o cinco pasos, se tiraba y el primero que con una tajuela le daba a los cartones que estaban dentro y salían eran para ti. Se tiraban los turnos según quedaba la tajuela cerca de la raya”.
También se jugaba “a la monta”, si quedaba encima la tajuela, te llevabas el cartón de otro.

“Recuerdo un enfado muy gordo de Fermín, el de Trini, con este juego de los cartones. Era un crío de 10 años y había perdido todo su capital de cartones en el juego. Fue donde el Ti Germán, que era su tío e iba como disimulando, hola tío, qué tal, venia a veros... hombre, chaval, qué quieres... quieres comer, quieres un mordín de chorizo? Y Fermín, bah, pan y chorizo, bah... ¿Quieres una perra gorda?... Bah, una perra gorda se tira y se pierde... bah... y al final ya el ti Germán le dijo a la mujer “anda, dale un real al rapá” y ya contento, con lo que había conseguido decía, Ah, bueno, ya un real, eso ya es algo... el Ti Germán era muy chistoso contándolo y a Fermín le sentaba muy mal y no quería que se lo recordasen".

7 de julio de 2014

Museo en casa

En la calle Palomares hay unas huertas que llevan el nombre "Huerta de la ermita" porque se cree que ahí había una ermita perteneciente a los barrios de abajo. Salió el tema en el grupo de Ayoó en Facebook cuando puse esta fotografía, esta curiosa forma de sujetar la barda del muro.



Y al hilo de la fotografía, mi primo Antonio Tábara Martínez, hijo de Leonardo  y Maria Antonia, me mandó una foto de una pequeña piedra. Es una piedra labrada, con una inscripción, que se encontró en este lugar, prueba de que aquí existía la construcción de la que todos los mayores hablan. La inscripción está muy gastada, pero ahí se ven las letras. 


La pieza la guarda Antonio ahora como oro en paño, salvada de su destino de piedra de afilar que le quería dar Tío Nardo...

También guarda mi primo otros objetos, de los que me pasó sus imágenes...


Si no me equivoco, este es un "cerero", creo que ese es su nombre, un soporte para colocar los cirios en la Iglesia.


La rueca, para hilar el hilo bien de lana, bien de lino.


Y esto, que Antonio me lo puso como adivinanza, a ver si atino... creo que es un resto de una vasija de vino de las que se impermeabilizaban con pez... ¿he acertado?

Estas son algunas de las cositas que tiene Antonio, un pequeño museo casero con los restos del pasado de nuestros padres.