4 de agosto de 2013

Recuerdos de Alberto Alonso (2)


Otro de los momentos destacados en la vida de Alberto fue la emigración.

Yo trabajaba aquí, en las casas. Donde vive Arcadio vivía Ramón, un señor de Donado que le compró la casa al señor Vitorino, tío de Pilar la de Feliciano. Ese Ramón me pidió arreglar la casa, derramar los tabiques que eran de terrones de la Veiga. Estando trabajando allí había un guarda de los montes que era de Carracedo y venía mucho a tomar café. Ramón tenía café ahí donde después lo tuvo Arcadio. El guarda, Fermín, vio el trabajo que hacíamos y me dijo, “perdona, cuándo cobras” nada, poco, 22 pesetas, le dije yo y me ofreció trabajo en Bilbao porque él era de allí. Y me animó, que me pagaban puntos por los hijos, por la mujer, seguro... y con él fui a Bilbao.

Al guarda no le volví a ver, le cambiaron de destino y no supe más de él.

Yo he sido muchas cosas, carpintero, albañil, labrador... En el 57, el 29 de septiembre de 1957 fui a Bilbao y allí estuve 5 años.
 
Bilbao. Años 50. Wikipedia.

Llegué a Bilbao sin conocer nada, cogí un taxi y le di la dirección que todavía recuerdo: Ortiz de Zarate, número 16, en Baracaldo. Estábamos el señor David, el padre de Manuela, Andrés El Bonito, Ricardo el de Sofía que fueron a Sopuerta... hasta entonces aquí la gente no salía. Fui a alojarme a la casa de Ismael Ferreras, que tenía un hijo que fue a aprender mecánica y les llevó a la familia. Teníamos buena relación y le pedí pensión.


Primero estuve en la Escuela de Maestría en Luchana, en la Avenida del Ejército, luego trabajé en la Unquinesa, encofrando (en la Unquinesa trabajaba Benigno el de Rosalina y uno de Congosta). Fuimos a San Ignacio y preguntamos para ver un nuevo trabajo y nos contrataron de la misma. No había carnet, DNI, teníamos la cartulina de Abastecimiento con los datos, sin foto. Teníamos que entarimar para un piso piloto que yo no sabía ni lo que era eso. Me preguntaban si sabía hacerlo y yo le dije, mire, en mi pueblo empezamos labradores, ganaderos, albañiles, zapateros, sastres... de todo.

Había una cocina económica, la de leña, que aquí eran de carbón y tuve que hacerla y me quedó muy bien y quedó contento el jefe. Nos ofreció trabajo a destajo, el suelo 15 pts/metro y el yeso 10 pts/m. Venía un pagador en un autor del Banco Español de Crédito y nos pagaba.

Barakaldo, plaza de Los Fueros. Web El rincón de Lorea, foto Carlos Ibáñez.


A las 6.30 ya estábamos arriba, las 6.45 o 7.00 en Luchana para pasar el gasolino y a las 7.30 ya trabajando. Llevábamos la comida de casa y la calentábamos. Días de estar hasta las 11 de la noche, con una bombilla portátil. Menos de doce horas, día ninguno.


Ganaba más de 2000 pesetas a la semana pero trabajabamos 14 o 15 horas y me lastimé la columna, no podía ni dormir en la cama. Me diagnosticaron reumatismo muscular profundo. Fui a un médico que me recomendaron y me dijo: esos dolores que tiene es por las mojaduras, la humedad de aquí. Y me dijo que lo mejor, era volver al pueblo.


En la obra hice 644 viviendas que pasaron por mi mano. El encargado era Mateo Martínez, don Mateo, que había estado trabajando en Zamora 12 años. El estaba jubilado de abogado, estaba empleado en la empresa para distraerse.


Yo le vía cariñoso con nosotros y un día le pregunté por que por la mañana era tan amable y por la tarde era otra persona, porque bebía a mediodía. Me contó la historia de su hijo, él único que tenía que se iba a casar y fueron a cenar el día antes de la boda, con tal mala suerte que se intoxicaron y murieron la esposa y el hijo. Me contó la desgracia con unos regueros de lagrimas que se le salía la vida. Bebo porque quiero morir y como no me llama Dios, me decía, bebo para olvidar pero no olvido.



Los domingos, desayunar, me aseaba y a misa de once en la parrquia de San José, en Barakaldo. Después volvíamos a la cocina de la casa a jugar al dominó con Zacarías, Tío Isaac, otro chico de San Pedro de Ceque, otro llamado Ismael, hermano de Avelino. Un tío del de San Pedro era monje capuchino y lo habían matado en Bilbao y las monjas siempre miraban por él. Este chico se casó por correo, congeniábamos muy bien. Después de comer, la siesta y por la tarde, salía de paseo con los patrones o íbamos al cine, veíamos películas del oeste, a las siete de la tarde. Una vez, en la sesión anterior, la de las 5 o 5.30, donde iban los jóvenes, me fui a levantar y no se me soltaba el pantalón, no era capaz de ponerme en pie. Se me había pegado un chicle y se me pegó tanto que no era capaz de levantarme. ¡¡Menuda risa!!

La mujer de Ismael era Manuela Zapatero Pontejo, hermana de Pedro Simonín, la mayor de todos. Tenían un piso muy bueno, metían literas, cuatro en cada habitación. Había 9 personas de posada (el número máximo que hubo), más el matrimonio y tres hijos. Maiximino, el marido de Manuela, también estuvo allí.

De comer nos solía poner anchoas y sardinas, tortilla...


Mientras yo trabajaba en Bilbao, mi hermano Isaías que estaba de Guardia Civil en Muelas me mandó un contrato de trabajo para Francia y yo no sabía nada. Me mandó unas letras diciendo que ganaba mucho y que era para peones y que a ver qué hacía yo. Pilar estaba con los tres niños, Jesús, Elisa y Florencio en el pueblo y él, en Bilbao.

En febrero me fui para las bodas de mis hermanos. El, don Mateo, creía que vivía la mujer conmigo (Pilar estaba en el pueblo, con los hijos mayores). Me dijo, coge un camión y trae la mujer y los hijos. Yo vine al pueblo, gané dinero en Bilbao y preparé la casa del Canto. Pero luego me salió lo de Francia, vine en febrero y en julio me fui a Francia con un contrato de 6 meses. Don Luis, un abogado que había en Santibañez me animó que se ganaba mucho en Francia.


El 7 de julio me fui a Francia, al reconocimiento médio. Había polacos, franceses, no entendía ni una papa. Yo iba contratado a 180 francos la hora. Iba un intérprete de español cuando te pagaban. Me pagaron más dinero. Estaba en un lugar rayando con Suiza, solo, no tenía con quien hablar, cuatro meses estuve y llorando cada noche.

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