24 de agosto de 2010

La Iglesia por dentro: San Bartolomé

San Bartolomé fue uno de los doce apóstoles (aunque Juan lo menciona en sus escritos con el nombre de Nathanaël). Su nombre siginifica “Hijo de Tolomeo”. Se dice que fue a predicar la palabra de Dios primero a la India y después a Armenia, junto a San Judas Tadeo, donde se les venera a ambos como fundadores del cristianismo en esta país caucásico. Allí fue, además, donde encontró la muerte, a manos del Rey Astiages. Su muerte fue especialmente cruel ya que fue desollado por no querer renunciar a su religión.
Así, siendo desollado contra un potro o un árbol (e la imagen, cuadro del Museo del Prado pintado por Francisco Camilo), incluso llevando su propia piel en la mano como si de una tela se tratara, ha sido representado en multitud de ocasiones este santo mártir. No es así en la imagen que del patrón de Ayoó se tiene en la Iglesia, en el retablo del altar, en la calle mál alta. Lo cierto es que la foto no indica mucho, porque la figura me quedaba demasiado lejana (otra foto que tengo que hacer mejor este verano) pero aparece vestido con una túnica y una capa roja y una cruz en su mano derecha.




Las reliquias de San Bartolomé, según la tradición cristiana, fueron enterradas en la Isla de Lipara, después se llevaron a otra localidad italiana, Benevento (uy, qué parecido a nuestro Benavente!!) y terminaron en la Iglesia que tomó su nombre en una isleta en el río Tíber, en Roma. La Iglesia la llevan las comunidades de San Egidio, que han levantado un santuario ecuménico en memoria de los mártires del siglo XX.


La noche de San Bartolomé está escrita con sangre en la historia, ya que en ese día se llevó a cabo la conocida Matanza de San Bartolomé en Francia. Estamos en el siglo XVI con una enorme lucha de poder y religión en este país que termina con la masacre de los hugonotes (cristianos protestantes) a manos de los católicos en la noche de nuestro santo protagonista de hoy.


San Bartolomé es patrón de aquellos que trabajan con pieles, fabrican o usan cuero, guantes, abrigos, cinturones y botas. También de las modistas, carniceros, fabricantes de libros, mercaderes de queso, viñadores, albañiles... Se le invoca para protegerse de enfermedades de la piel y nerviosas y es patrón de infinidad de pueblos y ciudades, incluida Ayoó.

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