11 de agosto de 2010

Ayoó en el Catastro del Marques de la Ensenada (1)

En este blog suelo contar crónicas que nos llevan cincuenta o sesenta años atrás, los que nos permiten la memoria de mis contadores de historias. Pero hoy traemos la memoria de lo que fue el Ayoó de hace dos siglos y medio, el Ayoó del S.XVIII. Lo podemos hacer gracias al testimonio recogido en “El Catastro de Ensenada”, nombre con el que se ha conocido el interrogatorio que se realizó por 13.000 localidades de la Corona de Castilla.



El Marques de la Ensenada, el riojano Zenón de Somodevilla y Bengoechea, entró al servicio del rey Fernando VI como Ministro de Hacienda y asumió como su máxima prioridad, poner orden en el lío de impuestos y cobros que entonces había. Para ello, puso en marcha la recopilación de datos que llevó su nombre, también conocidas como Respuestas Generales del Catastro del Marques de la Ensenada. A lo largo de seis años se recoge la información en pueblos y ciudades sobre su situación geográfica, número de vecinos, posesiones de estos, tipo de cultivos, impuestos que se pagaban al gobierno y a la Iglesia, oficios presentes en el lugar... en definitiva, una completa radiografía de cada lugar. Una ingente recopilación que no se aprovechó, finalmente, para unificar los impuestos en el país, pero que ha servido y sirve de mucho para historiadores y curiosos del modo de vida en aquellos años, mediados del Siglo XVIII.


Los documentos de muchas localidades se han perdido con el paso del tiempo: incendios, guerras y otros desastres, pero aún se conserva la mayor parte de los millones de hojas escritos. Los de Ayoó se hayan depositados en el Archivo de Simancas, en Valladolid y como están digitalizados, también se puede acceder a ellos a través de internet, en esta página del Ministerio de Cultura.

En el documento, firmado el 30 de enero de 1754 recoge que en aquella Villa de Ayoó (sin el apellido Vidriales) vivían 55 vecinos y 10 viudas (entiendo que como vecino se habla del cabeza de familia y las mujeres, en este caso las viudas, ya se sabe que pintaban poco entonces, que ni eran reconocidas como vecinas, a pesar de no tener un hombre a su lado...); había setenta y siete casas y no había pobres de solemnidad, pero si jornaleros, criados de labranza o pastores que trabajaban para otros. Otra curiosidad es la de los nombres: viene una relación de vecinos con algunas de sus posesiones (yeguas, becerros, cabras...) y aparecen apellidos de siempre del pueblo, como los Martínez, los Cano, los Tábara, los Zapatero y, como no, los Alonso, que ya entonces tenían a uno de los suyos como Alcalde, seguro que emparentado con el actual mandatario ayoíno.


Todo ello lo iremos desgranando en los próximos artículos de este blog, manteniendo la grafía de aquellos años, mediados del S. XVIII, que entiendo que se puede comprender lo suficientemente bien.


Espero que este vistazo al pasado os resulte tan interesante y curioso como lo ha sido para mi.

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