15 de agosto de 2009

Cuando Zamora pasó hambre


En varios de los artículos que he ido poniendo en este blog (mirar los agrupados en la etiqueta Postguerra) se ha hablado de “los años del hambre”, aquellos funestos años 40, el trienio de 1944-45-46 fundamentalmente, que se caracterizaron por la miseria y la falta de lo más básico. Hace unos días, en el periódico La Opinión de Zamora, publicaron un artículo (pincha aquí y te llevará a él) que me pareció perfecto para entender y contextualizar todas estas historias que mis padres me habían contado y que por su interés, paso a copiar a continuación:

Cuando Zamora pasó hambre

Los años más duros de la postguerra, como 1945, dejaron a los habitantes de la provincia sumidos en la penuria alimenticia y con la segunda mayor tasa de mortalidad de todo el país


Varios zamoranos, en los años de la postguerra, utilizando sus caballos y burros para desplazarse


Una mirada a la historia del país obliga a remontarse hasta la década de los años cuarenta, especialmente los años de 1944 y 1945, para encontrar una situación económica y social que permita hablar de una gran crisis. Aunque los historiadores coinciden en que en absoluto es comparable a la coyuntura que atraviesa ahora el país, la Zamora de la postguerra refleja cómo el paro, el aislamiento y la escasa actividad industrial llevaron a los habitantes de la provincia a una situación límite. Eran los años del hambre, y ni tan siquiera el campo podía compensar las necesidades con unas cosechas mermadas y una cabaña ganadera que descendía a medida que desaparecían su alimentación. Desde el inicio de la década se calcula que entre 5.000 y 10.000 zamoranos emigraron a países como Cuba, Argentina o Brasil en busca de un futuro mejor.

BEGOÑA GALACHE

Los años cuarenta son sinónimos de hambre en España. Zamora, una provincia de cerca de 300.000 habitantes, no fue ajena a la coyuntura económica y social de postguerra. El campo era incapaz de producir alimentos para toda la población y la industria apenas tenía peso específico con las grandes obras ralentizadas. Enfermedades como la tuberculosis y una estructura arcaica no hicieron sino incrementar las penurias de una sociedad condenada en aquel momento a subsistir entre la resignación y el ingenio. El historiador José Andrés Casquero, en su obra «Fotografía y Sociedad», editada por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, describe con detalle cómo era la Zamora que se enfrentó a la última gran crisis económica.

Racionamiento. La provincia sufrió la larga crisis económica provocada por la postguerra y que agudizó la II Guerra Mundial. La actividad industrial, ya de por sí escasa, prácticamente se paralizó y escasean los productos de primera necesidad. En 1945 la hambruna es alarmante y falta el pan y las patatas, los alimentos a los que se recurría. Su racionamiento hizo florecer el mercado negro.

Mortalidad. En el Plan de Ordenación Económico Social de 1946 se contabilizan 300.000 habitantes y la segunda mayor tasa de mortalidad de todo el país. 71.000 zamoranos se dedican a la agricultura y dos tercios de las 155.000 mujeres censadas tienen como ocupación «sus labores». La escolarización, señala Casquero, era «aceptable», con 69.000 alumnos de primera enseñanza. En la capital dominan el Ejército (más de 4.000 efectivos), y los empleados del sector servicios.

Sin alumbrado. Una de las paradojas de esta década es que a pesar de la importancia del sector eléctrico, de los 546 núcleos de población aproximadamente la mitad carecía de alumbrado. Y ello pese a que desde el Santo de Ricobayo se transportaba energía a Bilbao, Madrid, Salamanca, León y Valladolid.

Viviendas inhabitables. Las estadísticas de la época cifran en unas 5.000 las viviendas consideradas inhabitables, sobre todo ubicadas en Puebla de Sanabria, Alcañices, Bermillo de Sayago y Benavente. Sólo había teléfono en Zamora, Benavente y Toro, con un total de 1.150 abonados, ocho de cada diez de ellos en la capital.

Tuberculosis. La provincia contaba con cuatro hospitales con 462 camas, un sanatorio y cuatro clínicas con 80 camas más. La capital disponía, además, del Instituto Provincial de Higiene, un dispensario antivenéreo y otro antituberculoso, aunque estos servicios sanitarios estaban mal dotados, señala en su estudio el historiador José Andrés Casquero.

Doce gasolineras. Los vehículos dedicados al servicios público sumaban 359, de los que las dos terceras partes eran camiones, mientras que el resto eran autobuses de línea y taxis. Existían 41 líneas de transporte regular de viajeros, trece de ellas principales y treinta y cinco secundarias. Sólo había una docena de estaciones de servicio (las necesarias para atender al escaso parque móvil), y los talleres se limitaban a los que funcionaban en Zamora, Benavente y el Mercado del Puente.

Pueblos incomunicados. La red de carreteras era precaria con 150 pueblos incomunicados. Por la provincia cruzaban cinco carreteras nacionales, a las que había que sumar otras nueve comarcales y veintinueve caminos locales. Con todo, la mayor parte de estas comunicaciones viarias se limitaban a caminos vecinales que en algunas épocas del año eran intransitables.

Agua corriente, todo un lujo. Hasta el año 1975 el 68% de la población rural de la provincia carecía de agua corriente en sus casas.

Refugio para los indigentes. El gobernador civil Manuel Pamplona y Blasco inauguró el 7 de mayo de 1944 el refugio para transeúntes indigentes de Valorio. Otra de las infraestructuras de servicios que tuvieron gran importancia en la postguerra fue el preventorio antituberculoso Virgen del Yermo construido en el prado de Casa Mohina, y que en los años de mayor hambruna multiplicó su actividad al mismo tiempo que se extendía la enfermedad en las familias zamoranas.

Emigración. Desde los años cuarenta los zamoranos comienzan a emigrar a países como Argentina, Cuba o Brasil, señala el historiador y director de la Uned, Juan Andrés Blanco. Entre 5.000 y 10.000 personas abandonaron la provincia durante la década. A partir de 1959 este movimiento migratorio se orienta a Europa, destino de más de 25.000 zamoranos hasta el año 1974.

Ganadería bajo mínimos. El segundo sector económico de la provincia, el ganadero, atravesó un momento muy difícil cuando entre 1944 y 1945 la sequía provocó que el número de cabezas de la cabaña se redujera de forma sensible.

Pendientes del trigo. En los duros años de la postguerra el 40% de la superficie cultivada era trigo, 120.700 hectáreas. Le seguían en importancia el centeno y la cebada. La agricultura era tradicional, atrasada y con muchas parcelas y campos fragmentados, sin mecanización ni selección de cultivos, escaso empleo de abonos y, por lo tanto, bajos rendimientos, especifica Casquero.

1,35 céntimos la sesión de cine en el Barrueco. Un número del Noticiario Nacional, NODO, y una película corta de dibujos de la casa Chamartín inauguraba, en la tarde del domingo 7 de febrero de 1943, el Cine Barrueco de la capital zamorana. Durante los primeros días se proyectó la película titulada «Eso que llaman amor», en tecnicolor y doblada al español. Los precios de las oscilaban entre una peseta y treinta y cinco céntimos que se pagaban para entrar a la sesión de las cinco de la tarde, a las dos pesetas y setenta céntimos que costaba a las siete y a las diez y media.

Afición taurina. Pese a las penalidades, las aficiones y diversiones populares se mantienen en Zamora, como es el caso de los toros. La presencia de figuras míticas del toreo llenan el coso de la capital en las principales ferias. Muchos jóvenes zamoranos sueñan con alcanzar la gloria en los ruedos. Pueblos como Villalpando y Fuentelapeña dieron a profesionales del toreo en aquellos años, como Francisco Manzano Martín «Chico de la Botica», Félix Rodríguez Antón, Gabriel Alonso Sánchez, o Lorenzo Pascual García «Belmonteño».

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