26 de junio de 2008

Pilos y pozas


El pilo ha sido uno de los lugares más destacados de la vida cotidiana y social en el pueblo. El pilo de la Iglesia, el del Caño y el de Peñacabras, tres corazones de la labor diaria de las mujeres de Ayoó y punto de reunión, de charla, de convivencia... también de cotilleo... y hasta peligroso lugar de paso en época de baños nocturnos sambartolinos!!!!




Los pilos, pilones o lavaderos les llaman en otros lugares, son dos pozas de agua de manantial. En la más grande se enjabona y en la pequeña se aclara. Mujeres y niñas llegaban cargando talegas y baldes con la ropa de casa y de vestir, grandes lienzos de tela o menudas piezas que se lavaban con los jabones caseros, los grandes panales por estrenar o las menudas conchas cuando ya estaban gastados casi del todo. 



Algunas, modernas ellas, se llevaban el jabón de polvos para darle una pasada extra a las prendas. Y los plásticos, para poner la ropa al sol. Y el cepillo para las díficiles zapatillas, el delantal para no calarse y la visera para no “asolearse”...


Para lavar se usaba el jabón hecho en casa, aunque tenía mucha fama uno que venía de Portugal. Para blanquear se oreaba la ropa, que es ponerla húmeda tendida en el suelo al sol, e ir mojándola antes de que se secase.


La ropa se colgaba en los corredores que había en casi todas las casas, o si no, en la puerta, en una cuerda.


PILO DE LA IGLESIA 


El pilo de la Iglesia, por su situación, junto al templo y a la fuente, ha sido el más usado, frecuentado y curioseado por vecinos y por visitantes.



















Elisa lavando en el pilo.


PILO DEL CAÑO

El lavadero del Caño, junto a la fuente del mismo nombre, en la parte baja del pueblo, ha tenido siempre fama de dejar más limpia y blanca la ropa. Hasta hace unos años, junto a él había una plantación de chopos que daba sombra y frescor y donde se oreaba y se colgaba la ropa.















PILO DE PEÑACABRAS

En la parte de arriba de Ayoó, cerca del depósito del agua, está el pilo de Peñacabras, el más pequeño de los tres, a la sombra de las castañales.














POZAS

Además de estos tres pilos principales había por todo el pueblo pequeños lavaderos o pozas que aprovechaban los regueros y que han ido desapareciendo a lo largo del tiempo, desde que se procedió a meter el agua en todas las casas y según se han ido arreglando las calles.


- La del pozo del Coito, situada junto al pozo. 

Tenía una “seve” una muralla de leña sujetada con tierra, que servía de parapeto para protegerse del frío.


En la reconstrucción actual se ha conservado una especie de lavadero, como el que en su día estaba allí al lado.



- La del Reguero de Abajo, situada por arriba del bar de Antonia



- Otra que había donde ahora están los contenedores de reciclaje del pueblo.

- La que había por la calle Negrillos, donde la casa de tía Agustina, por debajo de la casa de los curas.

- Por la parte de las puertas grandes de la casa de Angel y Eugenia, en El Canto, casi en el cruce con la calle del Medio.

- En la calle de la Iglesia, por donde estaba la farmacia.

- En el camino a las escuelas, recientemente desaparecido.





Los pilos están en mi memoria, en mis recuerdos de infancia. Me pasaba en el pilo de la Iglesia casi todas las mañanas. Mis padres se iban a ayudar a mis abuelos en sus tareas, a segar, trillar o acarrear y yo me quedaba sola en casa y tras desayunar y hacer la cama, siempre tenía un poco de ropa para lavar (me dejaban lo fácil, claro, las prendas más sencillas). 



Si tenía poco, iba con la palangana, si era más, con un balde azul clarito y ya con ropa en cantidad, llevaba la talega de plástico gris. Los jabones estaban en un pequeño estante en la escalera que subía a las habitaciones y en la cancela del portal, todo lo demás, la visera, el cepillo y el delantal.



Y día sí y día también, allí estaba, encaramada en las piedras para llegar bien al pilo (no me gustaba la zona de las escaleras), aprendiendo a mover el agua para alejar los “llamaracos” de la ropa y escuchando las conversaciones de las vecinas. 

Me acuerdo de Sandra y su hermana Anabel, que eran dos chiquitajas y ya estaban allí lava que te lava (y qué salada era Sandra, qué pico tenía!!!!), Alfonso que llegaba siempre con alguna trastada, Conce, contando historias de sus hijos, Santi, Txema y Oscar, las mujeres de la familia de Ermua-Eibar (no recuerdo su apellido) que iban todas juntas y cargadas de baldes y jabones y entraban en el huerto de atrás y salían con zanahorias que se comían a bocaos... Curiosamente, recuerdo que solíamos estar más mujeres “de fuera”... supongo que las del pueblo estaban a esa hora en otros quehaceres y también es cierto que cuando iban no se entretenían tanto en la charla, iban, lavaban y a terminar rápido que en verano había mucho que hacer...

Tengo todas esas imágenes y sonidos en mi cabeza y aunque sé que la tarea de lavar a veces se hacía pesada y dura (no me lo quiero imaginar en invierno), para mi era un entretenimiento, una forma de “ser mayor” y, visto desde ahora, he tenido la oportunidad de haber vivido una experiencia que el progreso y las lavadoras han dejado atrás.


17 de junio de 2008

Vamos a hacer jabón

Hasta hace pocos años, la mujeres de Ayoó fabricaban ellas mismas el jabón con el que lavaban la ropa de la familia. La operación es sencilla y la podemos encontrar en la memoria de otros muchos pueblos y en culturas bien distintas a la nuestra.

El método para hacer el jabón consistía en poner a cocer grasas de las sobras –aquí no se desperdiciaba nada de nada, todo servía-, los torreznos de la manteca, aceite viejo, tocino.... El jabón salía más claro o más oscuro en función del tipo de grasa que se echaba a la mezcla.

Después se incorporaba la sosa y se daba vueltas, siempre en la misma dirección, para que no se cortase. Había que hacerlo hasta que la sosa “comía” la grasa, la deshacía.

La mezcla iba cuajando y cuando estaba en su punto, se echaba en un molde cuadrado, hecho con tablas, con un plástico por debajo. Se dejaba secar y se esperaba a que estuviera consistente pero no duro del todo para cortar con un cuchillo y hacer los “panales”, los trozos grandes de jabón. 


Como decimos, este proceso se ha repetido durante décadas en los pueblos de todo el mundo. Un ejemplo, en esta página de Alcozar, en Soria, se transcriben los recuerdos de dos paisanas que cuentan, con mucho humor, cómo era el ambiente que rodeaba aquellos momentos. En esta otra, de Madridejos, explican con toda exactitud cómo hacer el jabón, para aquellos que se animen y necesiten medidas y tiempos. Y por último, aquí, en esta colección de fotografías de labores tradicionales del mismo pueblo, Madridejos, podéis observar todo el proceso, paso a paso.

12 de junio de 2008

El Encuentro del Domingo de Pascua




Varias imágenes del Encuentro, el domingo de Resurrección de la Semana Santa de 2008

Uno de los actos más vistosos de la Semana Santa de Ayoó es el conocido como "El Encuentro", que se celebra el Domingo de la Pascua de Resurrección. Mujeres y niñas del pueblo sacan las andas de la Virgen y del Niño, respectivamente, y van, junto al cura, a la parte de atrás de la Iglesia. Allí, dos grupos de cantantes interpretan la canción en forma de diálogo. La Virgen sale con el manto negro, pero tras decirle que su hijo ha resucitado, las mujeres le despojan de él y queda con la vestidura de flores, alegre, con la que vuelve al templo.

Esta es la letra de la canción que se entona en este acto:

En la penumbra doliente
de una calle solitaria
a la tibia luz de un cirio
una madre sollozaba

Buenos días, Virgen pura
madre del divino verbo
qué hacéis sola en esta calle
cubierta de luto negro

Vengo en busca de mi hijo
que me lo han dicho de cierto
que resucito glorioso
voy a salirle al encuentro

Ojos rasgados y tristes
de dolorida mirada
cuando os cruzáis con los míos
no sé que siento en el alma

Ojos rasgados y tristes
con la tristeza del mar
cuando el navegante muere
sin a su madre besar

Al mirar por vez primera
tu retrato madre amante
de dolor mi alma se llena
que no cesa ni un solo instante

Esa tu frente espaciosa
no recibe ya aquel beso
que el buen hijo cariñoso
te daba con embeleso

Para una triste madre
que pena y que sentimiento
ser hijo de sus entrañas
y en nada poder valerlo

¡Oh, que trago de amargura!
¡Oh, que pasión tan amarga!
Pasaste Virgen María
toda la Semana Santa

Quisiera madre gentil
cambiar tu rostro hermoso
y con amor infantil
darte a tu Jesús glorioso

Por el doloroso encuentro
que tuvieron madre e hijo
en esos dos corazones
siempre el mío tengo fijo

Madre del alma querida
para vos todo es dolor
desde este mismo momento
alegras el corazón

Cubierta yo voy de negro
creyendo que muerto estaba
y ahora ha resucitado
el redentor de las almas

Quítate ese mando negro
y revístete de gala
que hoy ha resucitado
el que por muerto llorabas

Alegraos pecadores
bien os podéis alegrar
que resucito Jesús
el que nos viene a salvar

Ya tocan a umbre nueva
ya repican las campanas
y al cantar el aleluya
nuestro Dios resucitaba

Ya vuelves madre, ya vuelves
a tu casa solariega
ya se abren de par en par
por recibirte las puertas

Entra Virgen para el templo
entra alegre y no triste
que ya llevas en tus brazos
al hijo que en la cruz viste

Sea reina soberana
madre de amor y grandeza
reina del pueblo de Ayoó
y Reina de España entera


En los videos, desgraciadamente, no se escucha bien la canción (culpa de la que grababa -yo- y del viento) pero al menos así se ve un poquito lo que es este "Encuentro".

4 de junio de 2008

Oficios: el pregonero y el veedor


Corneta de pregonero
(La de la fotografía es una pieza recogida en la web INSTRUMENTOS MUSICALES TRADICIONALES EN LAS COLECCIONES Y MUSEOS DE ARAGÓN recopilada por Angel Vergara Miravete )



EL PREGONERO


El pregonero era el alguacil del pueblo y estaba encargado de dar cuenta de las novedades que afectaban a los vecinos (la llegada del camión de la pesca, de Pepe el de Santibáñez...), de las disposiciones del Ayuntamiento, del riego,...


Para hacerse notar y que la gente se enterase y saliera a escuchar, tocaba la chifla por las calles y se ponía en las plazuelas para contar en voz alta las novedades.

Durante muchos años, la labor la llevó a cabo David López. También fue pregonero Alejandro García y actualmente es Andrés el encargado de dar cuenta de la reunión de los cazadores o de la llegada del camión de mineral, que pocas cosas ya se anuncian con la chifla.


El personaje de pregonero estaba presente en todos los pueblos y ahora se recoge su memoria en diversos blogs y páginas que encontramos en el ciberespacio. Personalmente, me han parecido interesantes este, hecho por Feli, una señora de un pueblo de Soria llamado Monteagudo de las Vicarias y este otro sobre la historia del pregonero y su presencia en los pueblos.



EL VEEDOR


Antes de la parcelación de las tierras y de la canalización, el agua venía de los alberques de Requeijo, el de Arriba y el de Abajo y había que repartirla entre todos los vecinos y sus tierras. El encargado de vigilar el reparto era el Veedor.


El puesto se sacaba a subasta y el que lo conseguía era pagado por el pueblo para controlar el buen desarrollo del riego: debía dar el agua en los alberques, quitarla, llevar el agua a una zona o a otra, vigilar el cumplimiento de los turnos... Si un vecino se saltaba el turno o quitaba el agua era sancionado con una multa.

Veedor, según el Diccionario de la Lengua de la Real Academia de la Lengua:
veedor, ra. (De veer).

  1. adj. Que ve, mira o registra con curiosidad las acciones de los otros. U. t. c. s.
  2. m. Encargado por oficio, en las ciudades o villas, de reconocer si son conformes a la ley u ordenanza las obras de cualquier gremio u oficinas de bastimentos.