28 de enero de 2013

Bodas en Uña de Quintana

El otro texto lo he recogido de la web de Gary Justel, de Uña de Quintana que por su mayor cercanía, seguro que tiene mucho que ver con lo que se hacía en Ayoó. Aquí, en su web, encontrais el texto original que reproduzco:
 
La publicación del anuncio de una boda por el cura se llamaba Proclamo (En lenguaje de Uña, APLOCAMARSE).
Durante tres domingos consecutivos, el cura lo anunciaba en la misa y al cabo de los tres domingos, la boda podía celebrarse, si nadie había interpuesto algún impedimento de orden moral, religioso u otro que pudiera impedir el matrimonio.
En caso de matrimonio entre parientes cercanos, primos, por ejemplo, era necesario pedir una dispensa al Obispo.
Costumbre ancestral en caso de proclamo, “echar el carril”. Con paja molida se trazaba una huella desde la casa del novio a la de la novia, lo que significaba que el plocamo (Aplocamarse) era inminente. Normalmente eran los amigos del novio o el mismo novio que se encargaban de echar el carril durante la noche.
Las bodas se celebraban en general en la casa de la novia y el sábado. El jueves que precedía la boda, los mozos y mozas invitados acarreaban mesas, bancos, platos y cubiertos prestados por los vecinos. El viernes se mataban los corderos o cabritos necesarios, se preparaba la casa en general y el sábado tenía lugar la ceremonia del casamiento.
Antes de ir a la Iglesia, era costumbre que el Padre del novio diera a su hijo la bendición antes de salir de casa en busca de su novia. Terminada la ceremonia en la Iglesia, empezaban dos días de fiesta y banquete interrumpidos.
El matrimonio civil apenas tenía importancia. En esa época el aspecto religioso primaba.
Personajes importantes: Los Padrinos, que eran el padrino y la madrina de bautismo:
Al final del banquete del sábado, ambos repartían El Bollo, especie de roscón, a todos los invitados, el padrino añadiendo un cigarrillo y a veces un Puro para los hombres. Las mujeres no fumaban entonces. ¡Cómo han cambiado los tiempos!
Al anochecer, los padrinos hacían el Desempadrinamiento, a saber: Reunían en el portal de su casa a todos los vecinos del pueblo, ofreciéndoles también el Bollo y Vino a discreción. Esta ceremonia simpática era considerada como el término de las obligaciones de los padrinos con respecto a sus Ahijados, que al casarse se emancipaban.
Se confiaba la cocina de las bodas a uno o dos cocineros, que aunque no profesionales, tenían la costumbre y el renombre de hacer cocina para un gran número de personas. Ti José El Mayo, Ti Alonso El Rey eran, entre otros, los más apreciados.
Cuando un joven forastero ( folastero que diría Pillín), cortejaba una joven del pueblo, era costumbre que los mozos del pueblo le cobrasen el piso, una especie de entrada al pueblo, cuyo importe se determinaba en función de la familia, más o menos rica, o de la belleza de la joven.
Ese dinero se echaba en vino y el hecho de pagarlo confería al joven forastero el estatuto de vecino del pueblo. En caso de no acceder a pagar, se solía dar una cencerrada el día de la boda. Es una cacerolada con los cencerros del ganado. En ese caso la integración del joven al pueblo era problemática. Hay ejemplos concretos en que la integración ha tardado años en ser efectiva
(...)
Entre los toques de campana había uno especifico en las bodas:
Toque de Desempadrinamiento: Era costumbre que el día en que se celebraba una boda, el padrino del novio y la madrina de la novia invitasen a los hombres y a las mujeres respectivamente, al anochecer, a comer el Bollo, especie de Roscón, fabricado especialmente, acompañado de vino, licores y un puro o un cigarro, en función de la “categoría” del padrino, para los hombres.

27 de enero de 2013

Bodas en Aliste

Y para terminar, al menos de momento, el asunto de las bodas, os traigo dos textos de dos blogs de pueblos zamoranos. Uno es el de Gumaro, un amigo internero que desgrana su memoria sobre su pueblo, Lober de Aliste. En esta ocasión hizo un detallado repaso de cómo eran las bodas de antes en su zona y aquí os presento su escrito. Lo podeis consultar directamente en su blog, aquí:


LAS BODAS EN ALISTE


Las bodas en Aliste en la actualidad poco se diferencian de las de cualquier otra parte, pero no siempre ha sido así, hoy trataré de explicar lo que era una boda en Lober ó en Aliste hace unas décadas, para que los más jóvenes tengan una idea como se casaron nuestros abuelos ó bisabuelos y un día lo puedan contar a generaciones venideras.

El día de la boda, desde muy de mañana los invitados estaban ya vestidos de rigor rural a la puerta de sus casas haciendo tiempo para los actos.

Cuando sonaba el primer cohete, los invitados se ponían en camino hacia la casa de uno de los protagonistas, el novio, y acompañados por el estruendo de los cohetes, los rapaces ilusionados corrían saltando paredes de los prados y cortinas persiguiendo la caída de las varillas.
La comitiva se reunía en el corral de la casa del novio, era el momento de tomar el aguardiente, cosa que los invitados no podían renunciar. Cuando se suponía que éste evento ya había terminado, y ya animados por el artesanal licor, se encaminaba la comitiva a la casa de la novia, presidida por el novio por el padre y el padrino.


Al llegar el acompañamiento del novio a la casa de la novia, las mozas invitadas cantaban los cantos de llegada:

Bienvenidos caballeros,
que esperando están por ella;
bienvenidos, bien llegados
sean todos los invitados.

Acabados los cantos, llegaba el emocionado momento de la bendición paterna. El padre siempre con emoción la despedía dándole su bendición, recordándole su vida en casa y diciéndole de la responsabilidad del cambio de vida, refiriéndose a la fidelidad a su esposo.

Este era el canto de la bendición del padre:

Arrodíllate, niña hermosa,
en éste patio barrido,
que te eche la bendición
el padre que te ha querido.
Despídete, niña hermosa,
de la casa de tus padres,
que ésta es la última vez
que de ella soltera sales.

Después, todos los invitados juntos , y los novios con sus trajes regionales, llevando él sobre los hombros la típica capa Alistana, y ella el manto de “crista”, y se dirigían camino de la Iglesia acompañados también del gaitero, en ese día no faltaba nunca la gaita.


Las mozas continuaban sus cantares, refiriéndose al paso que iban a dar:

Mira, niña, lo que haces,
mira lo que vas a hacer,
que ese nudo que se hace
no se vuelve a deshacer.

El canto de éstos cantares, se iba repitiendo hasta llegar a la Iglesia. Al llegar a la puerta de la Iglesia, como era de costumbre tenía lugar la primera parte de la ceremonia. El momento más grave y Emocionante era el del “si” . Era el momento más sonado del día. En el momento que los novios decían “si quiero”,una verdadera tormenta de cohetes y bombas rompían el silencio de la mañana, ocho ó diez mozos prendían cohetes sin interrupción y se llenaba el aire de humo cogiendo la dirección del viento.


Después ya comenzaba la misa, y durante el ofertorio tenía lugar la tradicional ofrenda de la novia, unas velas en una cesta engalanada con un paño de lino que seguramente ella misma habrá hilado el lino, y el novio ofrecía una jarra de vino que también habría salido del sudor de su frente.
A la salida de misa todos le daban la “enhorabuena”, y emprendían el camino hacia la casa de la novia, ya después comenzaba la comida, había un menú tradicional, de entrada sopa de fideos a base de caldo de cocido, y no cabe duda que de bebida era el tinto vino de casa que con él se empezaba a animar la comida desde el primer momento, después venían los garbanzos, cocidos con la carne de los carneros sacrificados el día anterior, luego el plato fuerte; grandes trozos de carne cocida. Se servía en grandes cazuelas encima de las mesas provisionales que días ante habían preparado para tal fin, se ponía una cazuela cada ocho ó diez personas y todos comían del mismo recipiente.
El postre eran las típicas rosquillas de las bodas, que habían sido elaboradas por las mozas que habían sido invitadas, se lo hacían como obsequio a la novia, y las repartía la madrina.
Terminada la comida salían los novios e invitados, nunca faltaba la gaita y el tamboril todos juntaban su alegría entre la vueltas y revueltas de las jotas, baile charro, agarrao, baile llano, corrido.


Era tradición el baile de la medida el día de la boda, era un recipiente lleno de vino, y a su alrededor se movían los bailadores levantando sobre él las dos piernas, esto se hacía por la tarde a la hora de los “cachos”. Los cachos eran trozos de pan y vino que repartía la madrina y el padrino a toda la gente del pueblo. Después venia “el carro” se subían los novios y los padrinos encima de un carro, tirando los mozos de él y cantando.

Quien fuera gato ésta noche,
para entrar por la gatera
para dormir con la novia,
y echar al novio pa fuera.

Al día siguiente se hacia el segundo día de boda, que soila ser en domingo. Se hacía una comida de lo sobrante del anterior, y a media tarde el estallido de un cohete anunciaba el final de la fiesta.


Gumaro


http://tierrasdealiste.blogspot.com.es/2008/09/las-bodas-en-aliste-las-bodas-en-aliste.html

24 de enero de 2013

Blanco Ayoó

Año de nieves, año de bienes... ojalá se cumpla el refrán. De momento, la primera parte está hecha. Así de blanco, nevado y precioso está Ayoó. Lo hemos podido ver los que no estamos allí ahora gracias a un montón de fotografías que Mario, Isaac y Samuel han colgado en Facebook (¡gracias!).

Vista de la Iglesia y el Castillo desde la zona de las Escuelas.
Foto de Isaac Zapatero


Otra con la Iglesia de fondo.
Foto Mario Riesco

Las colmenas de Mario.
Foto Mario Riesco

Chopera.
Foto Mario Riesco

Foto Mario Riesco

La ermita de San Mamés.
Foto Mario Riesco

El merendero de Requeijo
Foto Mario Riesco
Requeijo
Foto Mario Riesco

Vista de Ayoó.
Foto Mario Riesco


La Iglesia.
Foto Samuel Ferreras

Reguero entre la nieve.
Foto Samuel Ferreras

Cartel de Ayoó.
Foto Samuel Ferreras

El campo de fútbol.
Foto Samuel Ferreras

El arco.
Foto Samuel Ferreras

Campo nevado.
Foto Isaac Zapatero

Entrada al pueblo.
Foto Isaac Zapatero

20 de enero de 2013

El banquete de boda


En una boda era y es fundamental la comida. Y en casa tuve muy cerca a los protagonistas de este apartado en las bodas de Ayoó y comarca durante años y años: mis tíos Ismael y Dorinda, hermana de mi padre.
 
Tío Ismael y tía Dorinda en su lugar de trabajo, en una cocina, con las grandes cazuelas de "priyuela" sobre el fuego.
La foto fue expuesta este verano por la Asociación Perafondo.
 


Mi tío, siempre comediante como le ha gustado ser, tiene un romance sobre su propia vida, escrito, creo, por un sobrino. Este es el trozo dedicado a su época de cocinero.

 

Tres día de boda,

para 200 y 300 personas

en aquellas cocinas de humo

con aquellas grandes paelleras

aquellas grandes cazuelas de pereruela

aquelllas artesas de madera

donde adobábamos las carnes

de aquellas jóvenes terneras.



25 años haciendo bodas

25 bodas de ilusión

Aquella madre nos dejó

Hicimos cientos de bodas

en muchos pueblos de esta región

Bautizos, comuniones,

toda clase de farras

y de todas ellas salimos

sin ningún problema.

Alegres, contentos y con fama.



Solo en este pueblo hicimos 118, aquí, en los 25 años,

sin haber congeladores

ni neveras

Jamás tuvieron que intervenir

ni médicos ni hospitales

por haber salido una sola comida mala.



Mis amigos,

termino como empecé.

Carabinero mi padre, carabinero su abieñp

y yo como soy su hijo...

¡Vivan los carabineros!



“Antiguamente todo estaba sano, el pulpo de media cura, aquel, ya no hay ahora pulpo como aquel... las terneras de leche, mamaban dos meses no llegaba... tiernines los filetes. Y todo, todo lo del primer día lo juntábamos para aquellas despensas que juntaba la gente todo lo de la matanza y el último día todo lo juntábamos, se comía y nunca nunca hizo daño la comida, nunca! Ay amiga, pero todo era sano”, recuerda mi tío.
 
 
Mis tíos junto a otras mujeres del pueblo en la boda de Antonio Carbajo y Avelina Zapatero, hace 44 años:
La de la izquierda es la madre de Avelina, Vicenta García, en medio Daría Castaño, tía de la novia
y a la derecha, Leonor Martínez, La Panadera, madre de Antonio.
 
Mi tío, este verano, con más de ochenta años,
cuerpo fastidiado, mente lúcida.
“Entonces eran bodas de tres días y más. Uff, traían las músicas buenas... la Copacabana, aquellas bodas, buah, terrible... Hasta en Montamarta, yendo a Zamora, hasta allí fuimos. Y a Santa María del Páramo, p'allá de La Bañeza, para el lado de Sanabria, donde se llamaba Garrapatas, que ahora es Santa Eulalia. Aquí solo, 118 en los 25 años... la de Gaspar, la de Antonio el de Isidro.. todos los que se casaban. Las hacíamos ahí, donde la casa de Rogelio”

“La primera boda que hicimos fue la de Ramiro y Marina, en esa casa de bajo, de prima Angelina, la de Ezequiel, enfrente de Eusebio. Y la segunda de un hijo que es maestro y ella maestra, hijo de Don Felipe el maestro...¿Y la última? Uy de mi, ya no me acuerdo... cientos, cientos de bodas hicimos en toda la región”.
 
 
Más sobre mi tío Ismael en el blog del Ti Joaquín, aquí.

18 de enero de 2013

"Si no aguanta una broma que se vaya del pueblo..."


Broma buena la que le gastamos al Antolín el día su boda... Cogimos a la novia, se la tiramos al río y al Antolín le metimos una mula en la habitación y hasta que no se hizo de día no se dio cuenta. Y a la mañana siguiente decía, no, ya le notaba pelusa en el hocico... pués anda que no se nota ja ja, menuda diferencia, en el tamaño los díentes y como le dijimos todos.. y el rabo qué? No, pensé que era una trenza... Donde mejor lo pasamos es en las bodas... cuando se casó el Eulogio le tapamos todas las ventans con barro. Se levantaba y decía, todavía es de noche, a dormir otra vez... siete meses acostao!!!!


Este es uno de los monólogos de Miguel Gila que más me gustan (y con el que me sigo riendo a carcajadas), con esas gloriosas frases de “me habéis dejao sin hijo pero me he reído” y el “si no aguanta una broma que se vaya del pueblo”... Pues en Ayoó, no os creáis, parecido a lo que cuenta Gila. Estas son algunas de las anécdotas que me ha recordado mi padre...


A los novios se les “colgaba”: se ponía una cuerda por una viga y se ataba con ella a los novios, que eran izados hasta que prometiesen pagar el chocolate de la mañana. También se les llevaba en un carro y se les daba vueltas por el pueblo para hacer juerga. A veces se les ponía hasta el collarón o el yugo para sacarles de paseo, lo que solía hacerse en la víspera de los esponsales.


Los novios tenían que pasar su noche de bodas en un lugar escondido porque los quintos les buscaban para darles la tabarra e incluso intentaban separar a los recién casados.


Cuando se casaron Ezequiel y Angelina -recuerda mi padre, primo carnal de la novia-, que se casaron con otro pareja, no recuerdo quienes, fueron a pasar la noche a una casa y como estaban los mozos, salieron por la huerta y al final terminaron en nuestra casa. Recuerdo que yo era un rapacín y abuelo me sacó de la cama para hacer sitio a los nuevos casados...”


Cuando se casaron Emilia y Lucas hicieron la boda en la casa que está arriba, en la calle del Ayuntamiento. Pusieron allí un carro para que tocasen Benino y los músicos. Fuimos los mozos y cogimos el carro y lo tiramos calle abajo, le dimos la vuelta, lo de bajo p'arriba y lo echamos al reguero (que pasaba por la mitad de la calle Negrillos). Después, la Ti Severiana (madre de Emilia) se enfadó, dijo que le habíamos roto la bracera y que tuvo que arreglarlo y decía “eso ha sido solo por envidia, que la mi Emilia no les quiso a ellos...”


A Andrés Conejo y María les cogieron el palo de la esquina de la puerta, el que sujeta la hoja que no se abre y por bajo hay una tabla que va debajo de una puerta, la que se suele sujetar con una piedra en el medio. Se lo llevamos a la huerta y se la quemamos. Y Andrés el de Felicísima quería hasta robar los cohetes de la boda, pero no le dejamos...”


A los que éramos quintos pero no estábamos invitados, a los chavalicos, nos tenían que poner el cántaro de vino y una fuente de carne y otra de pulpo y nos convidaban en el portal de la casa de los novios. Pués en una boda no nos pusieron nada, el vino y poco y nada de comer y nos enfadamos, empezamos a protestar, a sacarle cantares, y como no nos sacaban nada, le metimos abono en el cántaro de vino”.

16 de enero de 2013

Bodas de antes


Este año hemos tenido un par de bodas en el pueblo, una en el Ayuntamiento, civil, y otra en la Iglesia, con gran algarabía de petardos y ruido.




Hemos visto a las novias, Conchi y Vanessa, por las calles de Ayoó, pero ya no se hacen en el pueblo las celebraciones como antaño. Ahora, como en todos los lugares, se busca un restaurante para la comida, un lugar para bailar y hasta que el cuerpo aguante. Antes también, pero el cuerpo debía aguartar al menos cuatro días.

Y es que sí, la boda era una gran fiesta que duraba hasta cuatro y hasta cinco días: El viernes, la víspera de la boda, servía para matar la ternera y los pollos de la comida de bodas y para preparar mesas y sillas, que se pedían por las casas de los vecinos. En casa de mis abuelos, como habían tenido el café, había mesas y sillas en cantidad así que era parada obligatoria en la recogida. Esta mesa (y alguno de los bancos que la acompañan), que ahora tenemos en el chabolo de la cueva, vio muchísimas bodas ayoínas... ¡ay, si sus tablones hablaran y nos contasen!




El sábado se celebraba la boda, con comida y cena y el domingo se “colgaba” a los novios: se ponía una cuerda por una viga y se ataba con ella a los novios, que eran izados hasta que prometiesen pagar el chocolate de la mañana. Este chocolate lo pagaban los padrinos, los novios y los “compañeros de boda”, que eran amigos cercanos a los novios con un papel protagonista en la boda. Los "compañeros" eran dos por cada novio.

 
El sábado, los padres de los novios tenían que dar un cántaro de vino, una hogaza y una fuente de pulpo y otra de carne para los mozos que no estaban invitados a la boda y que ya eran quintos. A los que si eran convidados se les ofrecían cigarros y puros, aunque también se repartía a todos los mozos del pueblo, se tocaba como si fuera a haber concejo y se les reunía en la Audiencia y el padrino, el novio y los compañeros, iban repartiendo un cigarro a cada uno. A esto se le llamaba el "desenpadrinamiento".

El sábado por la noche se encargaba a la panadera hacer un bollo grande que se daba a los mozos. Ellos quitaban la carolilla y la miga era repartida por la madrina. Antaño se repartía este bollo y después se dieron las famosas galletitas rellenas.

El baile de la boda se realizaba a la puerta de la novia.


Los vestidos de novia no tenian nada que ver con los de ahora, claro. Para empezar, el color. Las mujeres iban con toquilla y vestido negro y los hombres, en invierno, como mi padre recuerda a Pedro Simonín, con un tapabocas colgado del hombro, tipo Curro Jiménez.


La casa de las bodas era la de la familia si tenían casa grande y si no, debían buscar una. Hay que tener en cuenta que los invitados eran muchos, bodas de 100, 200 y hasta 300 personas.

La casa del Ti Benigno Castaño, ahora de su nieta Trini, la mujer de Rogelio el de Congosta. Cuando estaba en esquelo fue escenario de muchas bodas, sobretodo de las últimas que se llegaron a celebrar en el pueblo.
 

El lunes tocaba desarmar todo lo que se había preparado para la boda... en algunas celebraciones, se comían sobras hasta el martes siguiente, el quinto día de celebración.

Estas son las imágenes de algunas bodas de hace añitos que se guardan en casa:

Boda de Paulina y Marino (1958 o 59)


Boda de mi tía Paulina con mi tío Marino, a finales de los años 50. Como se ve, ella va vestida con la ropa oscura y la toquilla típica cubriéndole la cabeza.

En la foto de abajo, los novios con algunos de los invitados. En la fila de arriba, de izquierda a derecha están las hermanas de tío Marino, Lidia y no recordamos el nombre de la otra; la niña no sabemos si será una hija de Anuncia o la hija de la hermana de Marino, Concina; Anuncia, madrina de mi tía; mi tía Paulina; mi tío Marino, Dorita la de Ernesto, una amiga de mi tía de Santibáñez; Angélica, Elisa y Germenila, primas de mi tía; la chica de atrás podría ser Rosario, hija de Anuncia y la niña que asoma a la derecha, Carmen la de la tienda.

En el grupo de abajo no están todos identificados. La niña que está en medio, a la izquierda, Antonia la del bar; a su lado Adonina; la niña rubia de blanco, Chelo, la hija de Anuncia; detrás su padre, Celestino; detrás de él, asomando solo la cabeza, Eufemia, compañera de boda de mi tía; a su lado, los dos hombres que están son Julio y Goyo, cuñados de mis tíos; el de delante sentado sobre un pañuelo, mis padres aseguran que es Emilio, el de Ezequiel y Angelina; detrás, mi padre, Antonio; detrás, sonriente, Guillermo el dulzainero; y a la derecha, solo reconocemos a Anuncia, prima de mi tía.

 
Papá, Tía Paulina, Marino y sus dos hermanas


 
 Los novios con Eufemia (de oscuro), "compañera" de boda de mi tía Paulina, mi tía, mi tío y la de blanco puede ser Dorita la de Ernesto, una amiga de Santibáñez de mi tía. El hombre no sabemos quien es.


Boda de Tomás y Ursula (1956)
 
Úrsula (la novia), Eusebio Riesco (asomando por detrás), Oliva (la de Grijalba, hermana de Ubaldo, el guarda de campo) y mi padre, Antonio Riesco.


 

Mi madre, Emilia (apenas se le ve la mitad), Baldomero Justel (el de Congosta), Teresa Casado, María Riesco, prima de mi padre, hija de mi tío Agustín, mi padre, Antonio, y María Tostón del Prado.

 
 

12 de enero de 2013

La aventadora de Laudelino




Las máquinas de limpiar el cereal o aventadoras hace tiempo que desaparecieron del campo de Ayoó. La mayoría han sido ya desmontadas, desvencijadas por el tiempo y han desaparecido, pero aún queda alguna que otra en bastante buen estado.

Esta que presento ahora la encontré en las huertas traseras de las casas de las Escuelas y según me dijeron en casa es de un primo de mi padre, Laudelino. Es una máquina metálica, imagino que de las últimas que se usaron, con listones de madera que aún conservan su color verde-azulado. No durará mucho a la intemperie así que si pasais por allí echadle un ojo porque es una preciosidad (y más si se mira con la luz del atardecer, como en estas imágenes).


 
 
 

 
 
 





 

 

9 de enero de 2013

Labores del campo: Enero

Con el inicio del año empiezo una nueva serie de artículos en los que quiero mencionar las tareas que se realizaban en el pueblo al compás de las estaciones y según mandaban las condiciones metereológicas. Realmente la enumeración debería haber comenzado diciembre, que era el mes más tranquilo en cuanto a faena, tras el ajatreo del verano, la vendimina y la matanza, pero vamos a seguir el ritmo cronológico del mes a mes.


ENERO

Se iba al monte a por leña, fundamental porque se hacía mucha lumbre entonces, con urces, con cepas, para hacer la comida, para preparar para los cochos, para amasar...



Según me cuentan mis padres “se cogía la leña del monte, de los quiñones, donde había una partija para cada uno. Se hacía a sorteo, en el monte mismo en el monte, en el Cañaveral, en los Rodeos, en los Campesinos, en el Orzal..., por cada diez vecinos un lote y se ponían señales y luego entre los diez se repartía. No solía haber problemas y si uno tenía algo más de leña en su lado, se le hacía el trozo más pequeño, para que todos quedaran más o menos con lo mismo. Así se limpiaba el monte, no como ahora... Había robles, cepas, se quitaban árboles nuevos...”. Entonces se llegaban a hacer hasta 200 o 220 partijas, tantas como familias había en el pueblo.



También se metía el abono en las viñas. “Se hacía una hoya en cada cepa y se metía el abono”.

Otra tarea en la que se aprovechaba el tiempo era sacar piedra y cavar la tierra para luego hacer las tapias. Recuerda mi padre, “se aprovechaba tierra de Peñacabras o donde alguien quería rebajar un ferrañal. En el corral de abuelo, en Peñacabras, allí estuvimos un mes sacando tierra hasta que quitamos todo lo que sobraba, sacando tierra para la tapia y piedra”.

 
 
 

La piedra se usaba para las casas y también para las fincas. “Había unas fincas húmedas, auténticos chapazales -en el Caño, en Perafondo, donde la Huerta Las Piedras...- y se hacía una zanja, lo que se llamaba hacer cañales, y se metía piedra y luego unas cepas de hierba”.

6 de enero de 2013

La maleta

Como regalo de Reyes muchos jóvenes van a recibir una maleta. Una maleta en la que sí o sí, van a tener que meter sueños y miedos y largarse en busca de oportunidades que aquí, con la desastrosa situación que nos han dejado políticos, banqueros y mandamases del tres al cuarto, no tienen.

La maleta vuelve a estar presente en la vida de mucha gente y mira por dónde, este verano encontré la maleta con la que también mi padre tomó el camino de la emigración.




Esta es su maleta de madera, la que le hizo Manolo Casado, el carpintero, durante la mili en Astorga. Con ella se fue primero a Mallorca, luego al enclave cántabro en Bizkaia, Truzíos y después terminó en la margen izquierda de la ría bilbaína, en Santurtzi, el pueblo de las sardinas.





 
Ahora cumple su papel como caja de herramientas (papel del que pienso liberarla en cuanto pueda), con su piel oscura, apenas un poquitín astillada en una zona, sin una sola picadura de polilla, sus cierres rotos y un candado que se le añadió años más tarde.
 
¡Anda que no ha vivido momentos importantes esta modesta maleta de madera!